He adornado la casa con banderitas de papel de seda de todos los colores posibles y colgando de la lámpara del comedor he puesto un enorme 13. Tal como suena: TRECE. Porque éste mes hace 13 años que apareció la sirena más fea y con más mala leche que se conoce: PASCUALITA.
Es un ser anti diluviano, pero mucho anti, anti. El mundo estaba recién echo cuando ella nació. Ni siquiera estaban programados los primeros prototipos de personas, ni los monos, ¡nada!
Es un misterio cómo llegó Pascualita a mi casa dentro de una lata de sardinas en aceite de oliva que abrí, una tarde de hace TRECE AÑOS, para prepararme la merienda.
Otro misterio es el flechazo que hubo entre ella y mi abuela. Fue mirarse y quererse. Pobre del que se meta con ellas porque se defienden la una a la otra como fieras.
Durante estos años, la abuela y yo, nos hemos preocupado de que nadie descubra a la sirena. La única que queda en el mundo, acuático y terrestre. Sería el fin de la especie si cayera en manos ... de la Cotilla, por ejemplo. Trapichearía con ella a cambio de vaya usted a saber qué. Y seguramente, acabaría en un laboratorio secreto, despanzurrada dentro de una botella con formol.
Pascualita está segura en casa. Yo no tanto. No sé cuantas botellas de chinchón he tenido que beberme durante éstos 13 años, para aguantar el dolor de sus mordiscos o de sus buchitos de agua envenenada ¿Cómo he podido aguantarla tanto tiempo?... Tal vez por ser una joya de la Naturaleza, a pesar de ser más fea que pegarle a un padre.
Brindaremos con chinchón on the rocks, deprisita antes de que se lo beba todo ella. ¡Menudo saque tiene la medio sardina! ¡Felicidades, guapa! ... es un decir.
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