He descubierto un viejo baúl arrinconado en el trastero que, tampoco sabía que teníamos. Lo comenté con la Cotilla. - ¿Esto ha estado siempre aquí? - Parece que sí... Esperaré que salgan mis inquilinos extranjeros para entrar en mi casa y comprobar si allí también hay un trastero.
La abuela, a la que llamé por teléfono, tampoco sabía nada. - "¿Y dónde dices que está la puerta?" - No hay puerta. Era la pared de la despensa. - He ido a meter un sifón, más viejo que la tos y, sin querer, le he dado un buen golpe contra ESA pared y en lugar de romperse el sifón, se ha abierto un buen boquete en la pared y... - "¡Si es que eres más bruta que un arado!"
Después del rapapolvo, la abuela preguntó si había algo en aquel recinto: - "¿Qué ves, nena?" - Cosas maravillosas... - "¡Jopé! Acabas de ponerme la piel de gallina. O sea, sarcófagos de oro y piedras preciosas. Carros de guerra y vasos canopes de alabastro y... " - ¡Y nada, abuela! Solo lo que parece una olla vieja. - "Pero... pero si has dicho: Cosas maravillosas, nena" - No sabes la ilusión que me ha echo siempre decir esta frase. O aquella otra que dice: ¡Como Alcalde vuestro que soy os deb... ! - "¡Calla ya, tarugo!"
Cuando la Cotilla se marchó a sus trapicheos nocturnos saqué el baúl de su escondite. Lo abrí, emocionada. Estaba vacío. Ni siquiera había una vieja olla como le dije a la abuela. Antes de cerrarlo pasé la mano por el fondo del baúl y toqué... ropa.
Pompilio saltó a mi cuello: - ¡¡¡No robes mis calcetineeeeeesssssssss, boba de Coriaaaaa!!!
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