Por fin la Cotilla ha tomado la decisión de salir a la calle: - Se me cae la casa encima, nena. Ya han pasado unos días... No deben acordarse de lo que pasó. Yo soy un buen ejemplo Fíjate: ¿Qué dicen que hice?
- Allá usted pero sigo viendo monaguillos por ahí. Alguno incluso duermen en el portal de casa para que no les roben los caseros a punta de alquileres desorbitados.
La Cotilla salió al balcón y tendió la vista a lo largo y ancho del panorama que tenía delante: montones de balcones con el cartel de Se vende o Se alquila. - ¿Tú no pones nada? - No tengo espíritu de bandolero de Sierra Morena. - ¿Dónde está tu sangre fenicia? - ¿En la nevera? - ¡Que cruz tengo contigo, boba de Coria!
Cinco minutos después la vi salir del portal con su bolso sin fondo colgado del brazo. Inmediatamente, una larga cola de monaguillos y mafiosos, le fue a la zaga. Y ahí empezó la carrera.
Mi primer abuelito estaba sentado en la copa del árbol de la calle, envuelto en un sudario carmesí que engañó al propio Viento ya que pensó que el cielo anunciaba su presencia en Palma y alrededores y, sin dudarlo, bufó a pleno pulmón llevándose por delante a monaguillos y mafiosos volando por los aires para aparecer, cuando amainó, colgados de las luces de Navidad que el Ayuntamiento ya mandó colocar cuando todavía nos abanicábamos.
A lo lejos se escuchó un altavoz diciendo: - ¡Inaudito! a sus cien años, o casi, la señora Cotilla ha ganado la Media Maratón. Y aquí está el trofeo: ¡¡¡Una magnífica SOBRASSADA MALLORQUINA!!!
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