En la copa del árbol de la calle ha nacido una humilde flor. He preguntado a los personajes de casa y nadie sabe quién dejó ahí la semilla. Ningún gorrión se da por enterado. - ¡A mi que me registren! (dijo uno al que su pareja siempre le tiene puesto el ojo encima)
Tampoco se responsabilizaron los comensales de la Santa Cena. - Con el hambre que arrastramos siempre ¿no crees que me hubiese comido la semilla? (contestó uno de ellos) - La Cristalera, medio ofendida, dijo: - ¿Comer yo semillas que, a saber de dónde salen? ¡Puag!
Mientras hablaban y discutían llegó la abuela con la coca para celebrar los trece años que Pascualita lleva con nosotras. Era bonita y apetitosa. Muy brithis. Con mucho perifollo. Tuve que reconocer que Geoooorge había echo un buen trabajo pero no se lo dije. Bastante envidia cochina me daba para que, encima, el inglés se ahuecara como un pavo real.
- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! ¿qué estáis celebrando? ¡Ooooh! que tarta más boniiiiitaaaaa... ¿Trece velas? ¿por qué? - Mientras la Cotilla quería enterarse de todo, la abuela y yo no sabíamos qué decir...
De pronto, la humilde flor del árbol de la calle, cogió protagonismo al ser transportada, a la velocidad del rayo, de la copa del platanero a lo alto de la tarta, por la sirena. Aquello cortó la retahíla de preguntas para soltar otras menos comprometidas: - ¿De dónde sale ésta flor? ¿Ha venido volando? - Aunque volvió, brevemente a las primeras: ¿Trece velas.., por qué?
Antes de que la cosa fuera a más, la abuela partió y repartió la coca. Pascualita se comió la flor a toda velocidad y a los comensales de la Santa Cena les cayeron unos lagrimones como puños mientras murmuraban: - ¿A que no nos deja ni las migas...?
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