La voz alterada del árbol de la calle me despertó y me asomé al balcón, en pijama y con muy mal café. - ¡Cierra de una vez esa bocaza de madera! - Pero si no estoy cantando, nena? - ¡Gritas y eso me despierta, animal de bellota. -
Luego me enteré que lo que esperaban los plataneros de las calles se les había ido de las manos. Ha llovido como si no hubiera un mañana ¡Menos mal que solo queríais ducharos- ¡No se puede beber chinchón cuando se va a trabajar! ¡La que habéis liado con el agua! ¿Es nuestra calle?
Sí, lo era pero anegada estab.a irreconocible. - De pronto se levantó un viento fuerte que venía contra corriente. El vendaval aupaba a las ola haciendo que cambiaran su tumultuoso camino. Poco tiempo después las olas entraban en nuestras calles arrastrando coches hacia sus casas. Devolviendo cada cosa a su sitio.
- ¡Nos ha costado pero lo hemos conseguido! (gritó la ola con pinta de jefazo) ¡Los coches aparcados y Pascualita en tus manos! Está un poco pachucha porque el agua de lluvia no le sienta bien.
La cogí como si fuera un colgajo. Con dos dedos. Y me obsequió arreándome un mordisco en la mano. Ahora juego al tenis sin raqueta ¡Y gano!
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