jueves, 30 de octubre de 2025

Que lista.

Desde que la Cotilla corrió la voz de que en casa vivía una ladrona, tememos todos los días a Bedulio montando guardia junto al árbol de la calle. - ¿Por qué no ha dicho que no somos ni usted ni yo... - ¿A qué vienen esos puntos suspensivos, boba de Coria? - Pues que a mi no me persigue la mafia china del señor Li. - Que lengua tienes, niña. Una cosa es robar y la otra es recoger cosas que no son de nadie porque están abandonadas y para que se lo lleve otro, me lo llevo yo.

La vecindad dio su opinión sobre el caso: cuando pasaban a nuestro lado alguien decía ¡ojito con las carteras!

Pasaron unas semanas y allí no robó nadie. Bedulio se aburría como una ostra. Le bajé una silla plegable y aunque dijo que el reglamento le prohibía estar sentado mientras vigilaba, acabó sentándose. Otro día le bajé un periódico. Y como sigue haciendo calor, le bajé un botijo que él colocó a la sombra del árbol de la calle.

De repente, un día sonó la estridente voz de una vecina: - ¡Me han robado!  - Alguien oyó murmurar a Bedulio: - Que poco dura la alegría en casa del pobre, ¡mecáchis. Con lo bien que estaba ahora.

Poco a poco la calle traía el eco de los damnificados y una mañana, al abrir el balcón, encontramos una manifestación pidiendo que noa fuéramos de allí: - ¡¡¡No hemos sido nosotras!!! pero nadie nos oyó.

Pompilio trajo la solución: la urraca, que es más lista que el hambre, aprendió a abrir su jaula. Se hizo amiga de Pascualita y todos los días la medio sardina, subida a lomos del ave. volaban por los cielos de Palma sin que lo supiese nadie. Y afanaban cuanta cosa valiosa brillante llamaba su atención que el escondite  .Les gustó tanto este "juego" que acabaron montando una sucursal de Objetos Encontrados "por casualidad" en dos nidos vacíos y cercanos.

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