Cantando bajo la ducha me quedé afónica. No hay duda de que puse toda mi pasión en la canción y, de echo, recibí un aplauso extraordinario, espectacular, algo fuera de serie. - ¡Caray! (pensé) Tendría que darme una vuelta por el Teatro del Liceo para que me escuchara cantar alguien importante.
Con el ego subido a más no poder, salí del cuarto de baño como si fuese una prima dona, Quise agradecer el aplauso pero no salió ni una sola palabra de mi boca. El aplauso se reanudó. Fue tan largo que me empecé a escamar. - Vale, vale, ya está bien (quise decir pero estaba muda)
Por la ventana del baño entraron la Urraca con Pascualita al hombro. Se habían echo muy amigas y eso me daba que pensar, sobretodo cuando al dúo se unió el árbol de la calle y la Cotilla.
Reptando por el pasillo, la sirena llegó al balcón. La Cristalera se abrió de par en par: - Pasad, pasad, ¿Cómo se os ha dado el día? (preguntó) Algunos gorriones protestaron furiosos: - ¡Esto tendrá consecuencias! ¡Nos quedaremos sin casa!
Un furgoneta de Parques y Jardines aparcó junto a la acera. Los operarios sacaron una escalera que apoyaron en el tronco del árbol de la calle: - ¡Oh, no! ¡Oh, noooooo! Gritaron a la vez la Urraca y la Cotilla. - ¡Bingoooooo! (la exclamación resonó en toda la calle) - ¡Aquí está el botín, En la copa del árbol!
La Urraca huyó volando. La Cotilla se escondió en su piso del 4º . Pascualita reptó a toda velocidad pasando bajo los muebles y escondiéndose en la pila de lavar del comedor. Una bola de polvo preguntó porque me aplaudieron antes. Contestó Pepe el jibarizado: - OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO: (¡porque no cantará en un mes por lo menos!)
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