Recogí el broche del suelo. Era bonito pero lo que me llamó la atención fue que brillaba mucho. Parecía recién echo... Así que el señor Li va a vender bisutería fina (pensé)
Sentada en el suelo del balcón jugaba con los rayos de sol. Era bonito ver a los los cristales descomponerse en montones de arco iris.
La sirena llegó hasta mi reptando y quedó perpleja ante tanto colorido pero en cuanto quise cogerla no me lo permitió. Es más, me agarró de un dedo mientras mostraba su pequeña boca de tiburón abierta de par en par. -¿Quieres comerte mi dedo? ¡¡¡SOCORROOOOOOOO!!!
En éstas estábamos cuando apareció mi primer abuelito que venía preguntado a santo de qué formamos, tanto jaleo. - ¡Porque he pensado que, de ahora en adelante, Pascualita irá enganchada en ese broche y arrinconaremos el adefesio que ha llevado hasta ahora para pasar inadvertida en las reuniones en las que haya gente extraña.
Ha gustado la idea de cambiar de broche y nos dieron las tantas brindando por ello.
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