lunes, 20 de octubre de 2025

Esta vez no fue culpa mía.

La abuela llegó vistiendo unas medias rosa-torero. Eran las tantas de la madrugada y subió a casa para que la viera. Venían de la cafetería El Funeral donde habían celebrado la colocación del retrato, en la Pared de los Finados, del último socio en irse. 

Fueron incontables los brindis en su honor. Se bailó rock and roll desde el primero al último minuto. - "Lo hemos pasado fenomenal, nena" - Después cambió de tema señalándome las medias. - "¿Qué te parecen? " 

Debo decir que, a esas horas brujas de la madrugada, no me parecían NADA. - "Voy a ponerlas de moda, con taconazos de aquí te espero" Y empezó a celebrar el futuro éxito a base de lingotazos de chinchón. A todo esto Andresito dormía en el sofá de la salita. Geooooorge, el mayordomo inglés, bebía  té para no dormirse porque tenía que conducir. No sé la de viajes que hizo a cuarto de baño.

Fueron pasando las horas hasta que, de repente, la abuela se puso a roncar como si fuera un fuelle.

Sobre las doce del mediodía la Cotilla me despertó. - Que dice tu jefe que si vas a ir al trabajo para soltarle una perogrullada como siempre que te escaqueas, porque se te ha muerto un familiar cercano... del siglo XVII, vale más que te quedes en casa y le evitas el sofocón al pobre hombre. - Dije ¡Ostras, Pedrín! para quedar bien... y seguí durmiendo.

 

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