¡Se ha perdido Pascualita! Llevo toda la mañana buscándola y no la encuentro. He terminado por llamarla a grito pelado por si se ha quedado traspuesta bajo algún mueble. Los únicos que se han dado por enterados han sido los vecinos: - ¿Pascualita? Solo le falta una amiga finolis a la boba de Coria esta. - ¡Y, encima, sorda! - Claaaro, para que pueda gritar a gusto. - Que alguien llame a Bedulio y que venga con la libreta de las multas. - Huuuuy. El pobre está muy malito desde que estuvo en esa casa. Yo ahí no entro ni harto de vino. - ¡Quita, quita. Lagarto, lagarto!
Mis nervios estaban llegando al punto de "cuerdas de violín tensas" - Así que para evitar males mayores me senté en la butaca de la salita a serenarme y tomar unas cuantas copas de chinchón on the rocks.
Hecha la libación, me recosté en el respaldo de la butaca dispuesta a dormir una reparadora siesta cuando un escobazo, dado con maestría, me sacó del sopor. - ¡¡¡Aaaayyyyy, coooooñe!!!¡Escoba, esto no tiene ni pizca de gracia! - La televisión, que estaba encendida para hacer ambiente de parloteo en casa, llamó mi atención ahora que estaba espabilada. Salían peces y pensé - Ojalá pueda verlos la sirena... (pensé) - ¡Vaya que si los vio!
Pascualita, que llevaba tumbada en el sofá todo el rato, de repente se activó impulsada por la fuerza de su hermosa cola de sardina, estrellándose contra la pantalla del televisor. Luego, poco a poco se deslizó hasta caer al suelo y allí sigue, grogui, mientras veo a un grupo de pingüinos bailando merengue en el Polo Norte.