miércoles, 12 de febrero de 2025

Adios, Adefesio, adios.

La abuela entró en la cocina como un tornado, donde estaba desayunando con Pascualita y la foto del Adefesio. - "¡Ay, nena, que disgusto! ¿No te has enterado? ¡Nunca te enteras de nada! ¡Ni de hacer bisnietos! (¿qué tendrá que ver la velocidad con el tocino?) ¡Pobrecita mía! ¡Ahora mismo voy en busca del mejor psicólogo de Mallorca para que le de la noticia! Yo me siento incapaz de hacerlo. Aaaaayyyyy, señor, que disgusto se va a llevar la pobrecita mía!"

Hasta ese momento no sabía de qué me hablaba. Tampoco me importaba ya que estaba luchando por mi vida al atragantarme del susto que me llevé al irrumpir en la cocina cuando acababa de meterme un trozo de pan tostado en la boca. Menos mal que Pepe el jibarizado le sacó los colores al recordarle que una señora NUNCA entra así en casa ajena: - OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO - Se lo dejó bien claro.

O se entendieron por telepatía o a ella se le acabó el fuelle, el caso es que cerró la boca y miró a Pascualita como si la viera por primera vez. - ¡Aaagh! (por fin pude tragar el pan) ¿Un psicólogo? ¿En ésta casa? ¡Ni hablar! -  Una catarata de lágrimas mezcladas con su rimel carísimo, dieron a la abuela aspecto de careta de Carnaval. Entre hipos dijo paisano - ¿Estos? Es fea, sí, pero al otro había que echarle de comer aparte. 

Convencí a la abuela de que una persona extraña en casa sería contraproducente para la integridad de nuestra medio sardina... Y ésta, con un sonoro eructo, nos hizo saber que le había sentado muy bien la media foto que se acababa de comer.

 

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