- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! Estas noche has gruñido, nena. - Yo no hago esas cosas, Cotilla. - Sonaba como el rugido de un león. - ¡Que yo no ronco, cooooñe! - ¿He hablado yo de ronquido, boba de Coria? He dicho gruñido. con G.
Media mañana hemos pasado discutiendo sobre este tema tan interesante. He callado la boca cuando he visto que nos habíamos quedado solas. La Cotilla no lo sabía pero teníamos un público muy atento hasta que se ha dado cuenta que nos repetíamos como el ajo y cada mochuelo se ha ido a su olivo. Ni las bolas de polvo se han quedado.
La Cotilla, al no recibir réplica ha dado una palmada y satisfecha, diciendo: - ¡Te he ganado por goleada! - y se encerró en su cuarto.
Sin embargo yo sabía que no era así. Callé para escuchar a mi primer abuelito, que apareció sobre la lámpara del comedor columpiándos un ratito con ella. Menos mal que la Cotilla no vio el balanceo.
Contrariamente a lo coloridos que suelen ser sus sudarios maravillosos, ésta vez lo llevaba negro y con lamparitas encendidas. Muy serio me dijo: - Lo ha echo Oscar de la Renta en honor al pez abisal que conociste el otro día. - Que feo era ¿verdad? - Feo, no. Fea. - ¿Ah, sí...? - Pascualita me lo contó, muy enfadada. Esta noche, desde el Más Allá, la he oído rugir de rabia. Cuando la vio en la tele salivó de placer pensando que iba a ponerse las botas... Luego dijeron que se había muerto ¡Que desperdicio! (me dijo mientras la rabia le salía en forma de rugido)
Esta tarde, junto a la pila de lavar del comedor, le he mandado unas palabras de consuelo: - Puedes presumir de haber conocido a los inventores del FLEXO.
El buchito de agua envenenada, que salió de la pila de lavar, se estrelló contra las gafas de buceo ¡Menos mal!
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