Me di cuenta que hacía horas que no veía a Pascualita y me dije, sarcasticamente, : - ¿A qué se la ha llevado la Cotilla al trapicheo y la cambia por un orinal de porcelana Luis XIV?
Cinco minutos después me arrepentí de haberlo pensado porque la media sardina no aparecía por ningún lado. - ¡Pascualita... Pascualitaaaa... Pasc... - ¡Avemariapurísimaaaaaa! ¡No me digas que Pascual está aquí! ¡Por fin voy a verle la jeta al querido de tu abuela! ¡Sal, que voy a cantarte las cuarenta, estafa-viejas!
Después recibí yo - ¿No te da vergüenza ser la Celestina de tu abuela? Llamaré a Andresito y ya puedes despedirte de la Torre del Paseo Marítimo ¡Sal, Pascual!
Ni salió Pascual ni Pascualita. Miré con disimulo aquí y allá. Pregunté, telepáticamente, a los comensales de la Santa Cena si la habían visto y fue que no. Tampoco la habían visto las bolas de polvo que corretean bajo los muebles.
Mientras la Cotilla hablaba por teléfono me pareció ver algo raro. Miré de nuevo y ¡allí estaba la sirena de los siete mares mordiendo, ferozmente, la pata de una silla del comedor! Me fijé un poco más y todas las sillas estaban comidas por los dientes de tiburón.
La Cotilla me preguntó por qué no aparecía Pascual. - Es tímido (dije) - Según para qué ...(contestó) - Cogiéndome desprevenida se sentó en una de las sillas del comedor que se vino abajo entre craks de madera y gritos de la vecina.
Intentó levantarse apoyándose en otra silla y se desmoronó igual que todas la que tocó - ¡Ha entrado la termita en casaaaAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAYYYYYYY!
Gracias al mordisco de Pascualita, la Cotilla ha salido en televisión y varios equipos de pádel quieren contratarla. Tiene una mano descomunal que casi roza el suelo y con un poco de entreno piensan que ganarían cuantos partidos se le pusieran por delante.
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