miércoles, 5 de febrero de 2025

El Orangután Americano.

Ojiplática, boquiabierta, pasmada, asombrada, patidifusa, ... Así me quedé después de oir al Orangután Americano (espero que me perdonen los orangutanes de Sumatra porque el parecido entre ellos es solo por el color.

Debe reconocer que, en aquellos momentos, estaba a punto de dormirme en los brazos de Morfeo e iniciar una reparadora siesta pero me llevé una frase suya, pegada como una lapa en la frente y me dio la murga.

La bahía de Palma y las de Pollensa y Alcudia estaban atestadas de gente moviéndose como una ola, entre gritos y lamentos de gente perdida y con  miedo en el alma. - ¿Qué pasa? (pregunté) Con el bullicio se perdió la respuesta. En vista del éxito me incorporé a una cola larguísima y así fue como me encontré en las tripas del barco donde apena cabía un alma. Pero sí la de mi primer abuelito - ¡Vámonos, nena! - En aquel lugar estas palabras no tenían ningún tenían valor. 

Noté que el barco se movía y poco después, navegó. Iba tan lleno que a punto estuvo de zozobrar. - ¿A qué viene todo ésto? - Vaciamos las islas Baleares. Hay que ¡construir. construir y construir! - ¿A dónde vamos? . En medio del mar (dijo una voz grabada) y una vez allí, se abrirán las compuertas y el barco, que es de rejilla, se hundirá,

Desperté mojada de sudor, Helada de frío y con ganas de salir de allí. Miré a mi alrededor. Era mi cuarto. Allí estaba la foto del Atlético Baleares que yo había clavado, ya hace años, en la pared. Pregunté a mi subconsciente: - ¿Qué nombre ha dicho?... Baleares, Palestina... - Que más le da.

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