Ayer hubo fiesta en el barrio y media Palma lo invadió. Se celebró el Año Nuevo chino, el de la serpiente. El día anterior, el señor Li vino a casa acompañado de un nutrido grupo de paisanos suyos y se me heló la sangre en las venas creyendo que eran la mafia china. - Hola, boba de Colia. Tu dejalnos pasal al balcón. - Con un hilo de voz conseguí decir: - ¿Para qué...? - Mañana sel Año Nuevo Chino. Hay que ponel adolnos en álbores del bal.lio. - El árbol de la calle que, en esos momentos dormitaba, abrió unos ojos como platos al escuchar esas palabras. - ¡Dí que sí, nena!
Pascualita corría verdadero peligro estando los chinos en casa. De repente el señor Li tuvo que ir al baño, a la cocina a por cerveza, a mi cuarto ¡no sé para qué! A la salita para ver una noticia en la tele... - Hizo un recorrido turístico y frenético para encontrar las "gambas gordas" que le encantan. Aproveché los momentos que iba de un sitio a otro, para coger a la sirena y meterla, disimuladamente, en mi escote con la orden tajante de no asomar la cabeza - A no ser que quieras perderla.
El árbol de la calle lucia farolillos rojos y dorados que, según dijo, le sentaban mejor a él que a cualquiera otro de los árboles del barrio. Y en honor a su belleza vegetal, se pasó todo el día cantando arias de zarzuela. Pensé que pararía cuando se acabase la fiesta pero no fue así. Siguió cantando, a grito pelado, por inercia. Por eso, cuando me senté a escribir éste Diario, un Sueño Reparador se apoderó de mi, impidiéndome escribir algo coherente. Cuando, haciendo un esfuerzo, abría los ojos intentando leer, el Sueño Reparador hacía valer su apellido y yo me dejaba querer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario