domingo, 2 de febrero de 2025

No se repitió la historia.

Me entró un hambre canina y corrí a la cocina a prepararme algo. El ojo-catalejo de Pepe el jibarizado me siguió lentamente mientras yo buscaba algo que poner en el pan. Y cuando me paré frente a una lata de sardinas aceite,gritó:OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO. e inmediatamente, algo chocó contra mi: - ¡Aaayyyy! (grité)  - De un manotazo mandé al proyectil a hacer gárgaras en la copa del árbol de la calle que también se quejó: - ¡Aaaayyyy jopé ya!

Me asomé a la ventana a mirar qué era lo que me había atacado. En seguida supe quién había sido por los pio pios de los gorriones que habitan en el árbol. - ¡Pascualita. ven aquí! (dije en voz más alta de lo debido porque, desde la acera llegó la voz de la Cotilla: - ¡¿Quién es Pascualita, boba de Coria?!

Hice como que no la había oído. La sirena, que sabe que de la Cotilla no se puede esperar nada bueno, entró en casa justo antes de que yo cerrara la ventana. Cayó sobre la mesa y estuvo expectante mientras yo abría la lata. Al ver tres hermosas sardinas un recuerdo muy vívido apareció de rondón colocándose junto a mi.

Cogí un tenedor y tal como había echo 13 años antes, las deposité con cuidado sobre la rebanada de pan con tomate... y ninguna dio señales de vida. Decepcionada, pues Pascualita esperaba encontrar alguna congénere, viva y coleando para tener con quién hablar, se enfadó y en un plis plás, se comió lo que iba a ser mi merienda.

Ahora lleva horas metida en el barco hundido de la pila de lavar del comedor. Para animarla un poco he echado un buen chorreón de chinchón al agua... Creo que me he pasado y está el bicho en coma etílico.

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