Había ido a la playa a rellenar unas garrafas con agua de mar para la pila de lavar del comedor. Me llevé a Pascualita para que le diera el aire.
Una vez allí me costó dios y ayuda que no se metiera en el mar aunque, de buena gana la hubiese soltado. Acabó metida en una de las garrafas.
Una gaviota pasó rozando mi cabeza: - ¡Eh, ten cuidado! (le grité) - Lanzó un sonido desgarrador me dio mala espina. ¡La garrafa estaba vacía! La gaviota terminó cayendo a la arena. No podía volar. Una de sus alas no dejaba de crecer entre los gritos doloridos del pobre bicho.
La gente se acercaba para ver el acontecimiento: - Es un robot creado por Inteligencia Artificial (dijo el más "enterado") - ¡Que va! Es un muñeco diseñado para entretener al personal hasta que llegue el verano. - ¿De quién será? - Del Ayuntamiento... en lugar de destinar el dinero a cosas más urgentes. - ¿Cómo cuales? - ¡Yo qué sé! Es la frase que se emplea en estos casos, chalao!
Mientras discutían me acerqué al pájaro en busca de la sirena. De repente, entre las plumas enormes vi a la medio sardina con la dentadura de tiburón clavada en el ala. De un tirón seco me hice con ella y sin miramiento, la metí en el termo y salí cargada con las garrafas llenas.
Delante de la tienda del señor Li había una larga cola de gente. - ¿Qué ha pasado? - Han puesto a la venta figuras del Adefesio. Desde pececitos de tamaño natural a salvavidas para la playa a diez euros.
Conseguí una figurita para la sirena y se esfumó su mal humor. Desde entonces están juntos.
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