Mientras yo tendía la ropa recién lavada, por el otro lado del tendedero una arañita, amarilla como la yema de un huevo, tendía hilos. - ¡Eh, fuera de aquí, bicho! - No me hizo ni caso, así no me quedó más remedio que dejar claro quien mandebaera el mandamás. ¡Mi menda lerenda! Y de un manotazo, la arañita se fue a tomar viento.
El árbol de la calle emitió un sonido extraño para un árbol. dijo algo así: - ¡IIIIIIIIIIIIIIIIH! - ¿A qué ha venido esto? (pregunte?) - ¡Me repelen las arañaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas! No puedo con ellas. Y éste año han nacido más pronto..¡IIIIIIIIIH!- Tengo una fórmula para estos casos de fobias - ¿De verdad? ¡Mira, mira, tengo las hojas de punta! Dime ¿qué tengo que hacer?- : .- ¡Cantar!, porque quien canta su mal espanta. (dije y me quedé encantada conmigo misma)
No soy más tonta porque no me entreno. ¿Cómo se me ocurre abrir la boca y decir lo que he dicho? Ahora tengo que aguantar, noche y día, al árbol de la calle cantando como un descosido. Lo hace a todas horas y no sé qué hacer. He probado muchas cosas. Incluso le he tirado bolas de papel para atascar su garganta, ¡Ojalá que su canción cayera en la última posición, en el hipotético caso de que fuera a Eurovisión.
De pronto, un día dejamos de oírlo. - ¿Se ha muerto? (preguntó el vecino más dicharachero) Fuimos todos, en tropel, a ver al árbol. En la copa las arañas habían apresado su espíritu bajo capas y más capas de telarañas que no había dios que las rompiera.
Me hizo ilusión conocerlo. Y armada con unas tijeras, en un ¡tris tras! le solté aunque hubo una condición: - Prohibido, terminantemente FUMAR
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