Esta mañana Pascualita no ha aparecido para desayunar. Como la Cotilla no había regresado de sus trapicheos nocturnos, la he llamado a gritos: - ¡¡¡PASCUALITAAAAAAAAAA!!! - Lo único que he sacado en claro de mi ejercicio bucal ha sido: afonía, despertar a los vecinos, aguantar las quejas de los vecinos, recibir una multa de Bedulio azuzado por los vecinos, pero, la sirena siguió desaparecida.
Llamé a la abuela, con la que pude hablar después de pasar por la criba del mayordomo inglés y amenazarle con las penas del infierno. - Avísame cuando te lleves a Pascualita a tu casa, abuela... -" ¿La has perdido? - Dios me libre de hacer algo así" - "Entonces, la has perdido..." - Que nooooo... - "Definitivamente, la has perdido"
Tuve que sentarme porque, de los nervios, las piernas no me aguantaban . Al abrir la boca de nuevo, salió algo así: - ¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaayyyyyyyyyyyy ¡snif! ¿Cómo lo sabessss? BUUUUUAAAAAAAAAAAAAA!!!
Me llevé el rapapolvo del siglo. Lloraba como una Magdalena. El charco de lágrimas que había a mis pies, crecía sin parar. No tendríamos sequía éste año. Era tal la escandalera que los vecinos multiplicaron sus quejas. - ¿Quién es Pascualita? - ¡Eso! ¿quién es? - ¡Oh, no! La he dado a conocer (me lamenté)
Una figura borrosa, pequeña y oliendo a pescado mezclado con perfumes de Avon que dejó la abuela al casarse, reptaba sobre las baldosas del comedor. La cara era una máscara horripilante, inhumana... Esos pelos-algas... - ¿Pascualita? ¡Era ella! Reconocí su terrible sonrisa de tiburón - ¿De que vas?... Entonces comprendí. La sirena se adueñó del cajón de mis potingues de maquillaje ¡y se puso de todo! Es muy dificil "tapar" millones de años de arrugas, rictus, dar brillo a la mirada...,etc. No lo había conseguido pero me guardaré muy mucho de comentar que es la mayor Mamarracha del Reino.
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