Ayer no escribí... Bueno, tampoco pasa nada porque no soy Cervantes pero si digo que haré un relato cada día, lo hago aunque me cueste encontrar una idea de la que tirar como si fuera el cabo de un ovillo. Pero ayer...
Sí. Hacía calor. Como hoy y estoy escribiendo con Pascualita en plan guardia de la porra. Claro que no le hace falta porra alguna teniendo semejante dentadura, pequeña pero de tiburón. Cuando me paro a pensar la saca a pasear y tengo que estar al tanto porque es muy rápida mordiendo la jodía.
Ayer pasó algo tan bonito... Me dieron un envoltorio que se notaba que estaba hecho con los pies: -¿Qué es esto? (dije, a punto de levantarme e ir a por las pinzas de cocina) - ¡Abrelo ya! (gritaron los impacientes)
De un tirón seco, me quedé con lo que había dentro: la primera prueba de un libro firmando por Isabel Jiménez-Bravo Llabrés... yo. No supe qué decir. No sabía nada. Es una novela que escribí a vuela pluma en la pandemia. Y se quedó escondida dentro de uno de los cuadernos grandes que tanto me gustan. Este año lo descubrí de nuevo. Mientras lo leía me decía ¿Esto lo he escrito yo?
Se llama La pastilla de jabón y tiene su intringulis y no, no sale Pascualita.
La sirena es para echarle de comer aparte.
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