jueves, 5 de junio de 2025

Sí, hija, sí.


 Somnolienta por no haber podido dormir todo lo que me hubiese gustado, me senté a la mesa de la cocina con Pascualita y Pepe el jibarizado, a desayunar. No he visto a nadie más contento que al llavero. - OOOOOOOOOOOOOOOOO - decía mientras su ojo-catalejo no perdía detalle de cómo se prepara una taza de cola cao.

Mientras yo lo hacía, Pascualita saltaba dentro de su taza poniéndo la cocina perdida de burbujas de chocolate que estallan en la boca. El pobre Pepe, que es más lento que un desfile de cojos, creyó quedarse sin probarlas y un lagrimón como un puño de gordo, cayó al suelo, rebotó, le entró por la nariz y a punto estuvo de ahogarlo ¡Madre mía, que panzada de reir!

Cuando, finalmente, logró probar una burbuja aquello fue el acabóse ¡Risas y lágrimas! ¡Ahogos e hipos! Los comensales de la Santa Cena, amontonados en el borde del marco del cuadro, se dividieron en hinchas de los dos equipos y gritaban como descosidos señalandoles cuanta burbuja de chocolate aparecía pegada a los muebles o las paredes.

Una hora más tarde, mientras bajaba la escalera de casa, me di cuenta de que les consiento mucho a los personajes de casa. Volví atrás y poniéndome en jarras, dije: - ... ¡Y cuando vuelva del trabajo, quiero ver la cocina limpia como los chorros del oro! ¿Oído, cocina?

Esperé verlos cuadrarse como si de la Guardia Real se tratara. Cosa que no ocurrió. Y en lugar del consabido - ¡Señor, sí, señor! dijeron: - Anda y que te ondulen con la permanent y pa suavizarte que te den con seltz (aumentando el habla castiza del Madrid de La Verbena de la Paloma)

 

 

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