lunes, 16 de junio de 2025

¡Menudo despiste!

El vozarrón del árbol de la calle me paró en seco en cuanto salí del portal de mi casa. :¡Hombres, temblad! ¡La nena va en busca vuestra! - Resonó tan fuerte en mi cabeza que, estaba segura, lo habían oído todos los vecinos de la barriada. ¡Uf, que vergüenzaaaaa sentí pero, ya puestos en esa diatriba, no me supe callar.

- ¡La madre que te parió, arbusto de tres al cuarto! - ¿A quién llamas arbusto, solterona? - Eso era más de lo que podía aguantar y grité como una descosida: - ¡Me chivaré a Parques y Jardines de tu antropofagia y te talarán, te arrancaran las raíces y harán una hoguera con tu leña! ¡Que lo sepa todo el mundo: el árbol se comió la bici de Danielito, la moto de Bernardo, el estuche de las pinturitas de Margarita, el...! - ¡Calla ya, loca! 

No podía callar. Estaba desatada y la furia me salía por los poros de la piel. Mi primer abuelito apareció a dos palmos sobre mi cabeza, espléndidamente vestido con un sudario de Cocó Chanel, - Nena, cariñito, te estás poniendo en evidencia. - ¡No digo nada que no sea cierto, abuelito! (se escuchó un murmullo general) - Déjalo ya, nena. - El árbol me saca de quicio... - Lo sé, pero piensa que la gente solo te oye a ti, cariño.

Aquellas palabras me volvieron a la realidad- ¡Oh, no! He hecho el ridículo más espantoso y, encima, portándome como una arrabalera. ¿Qué puedo hacer abuelito? ¡Quiero que me trague la tierra! - No será necesario. Simplemente saluda como si estuvieras en lo alto de un escenario.

Sin dudarlo, me incliné antes los cuatro puntos cardinales haciendo florituras con los brazos. Hubo unos segundos de duda y, de repente, la gente se echó a reir y aplaudir a más no poder.


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