Pascualita me mira como si no nos conociéramos. - ¿Qué te pasa, Blancaflor? (le pregunto) Por toda respuesta me lanza a traición, un escupitajo en el ojo izquierdo que, como sucede siempre, ha alcanzado un tamaño tal que van a tener que pasar un buen puñado de días hasta que pueda volver a usarlo.
- ¡ La madre que te parió, media sardina! Ahora me pasaré el tiempo buscando el ojo porque, en cuanto se independizan se hacen amigos de todo personaje que les sale al paso. Aunque sea un comensal de la Santa Cena.
Sé que acabaré encontrándolo en cuanto empiece a faltarle el fuelle . Entonces deseará volver a su cuenca para darnos la vara al resto de personajes, contando las travesuras, juegos, carreras, etc. de las que ha disfrutado.
Como ya no tengo más abuelos y abuelas, cuya muerte me sirva para escaquearme del trabajo porque el jefe ha echo mi árbol genealógico y ha descubierto que soy la persona con más antepasados centenarios del mundo. Algunos son del tiempo de Matusalen.
Así que me he presentado en el trabajo con la cuenca vacía del ojo, tapada con un parche de pirata. - ¿Vas a venir así muchos días? - Pues... seguramente. ¿Quiere un chupito de ron o prefiere chichón, jefe?
No me valió que le bailar el agua. Me puso a limpiar: - Para que no me espantes a las clientas si te ven con semejante pinta... - ¿Alguien me presta una abuela que no pida bisnietos?
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