miércoles, 11 de junio de 2025

Lentejas.

Como por arte de magia, de un día para otro dejó de gustarme la fabada de bote y quedé alicaída al no saber qué comer. - Come lentejas (dijo el árbol de la calle) - Nunca he podido con ellas. Son durísimas.

Un silencio incrédulo se extendió por toda la casa, - ¿No las hierves primero, nena? - En el paquete no dice nada de eso. - Pero es de cajón. - Iba a entablar una discusión sobre lentejas crudas o hervidas cuando sobre el frutero, a dos dedos sobre los kiwis, apareció mi primer abuelito. - Pide consejo a tu abuela, nena. Sus lentejas con chorizo están de toma pan y moja. - El paquete tampoco dice nada de chorizo ni de mojar pan.

Atacado de los nervios, mi primer abuelito prefirió alejarse de mi tontuna supina, no sin antes recomendarme, una vez más, hablar con la abuela. Pero no estaba y pedí consejo al mayordomo inglés. Me recomendó poner verduras. - Dos o tres lechugas  cortadas a tiras. - Mucha lechuga es esa,,, ¿no? - Y two manojos de espinacas. Si quedar claro el caldo, two much manojos y lechuga. - Y el té con pastas.

No sé la de litros de té que nos metimos entre pecho y espalda. Al final bailé la raspa con el dúo COFRE que amenizó el arte de cocinar.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! - ¿a qué huele, nena? - Pregúnte... ¡hip! a Geooorge - dije mientras intentaba contener una arcada. - La Cotilla, indagó. En la basura había multitud de sobrecitos de té. Otros de azúcar para matar el amargor y montañas de verdura cortada en juliana.

Al llegar la noche esperaron al camión de la basura. Lo asaltaron empuñando, como arma defensiva, sendos plátanos y cogieron la autopista de Palma Nova, rumbo a Calviá. Aparcaron el camión en la orilla de la playa y mientras una encendía una hoguera, la otra intentó pescar sardinas pero éstas no se dejaron. 

Ambas se golpearon en la cabeza al grito de: ¡Ostras, el té con pastas! -  Y vomitaron a placer.

 

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