Por si no fuera poco el calor que hace, se suman la cantidad de incendios que aparecen en la pantalla del televisor en cuanto lo enciendo (¡vaya!)
Al pasar junto a la pila de lavar del comedor, Pascualita me ha saltado al cuello - ¡Que susto, jodía! - Entonces empezó a gesticular como si no hubiera un mañana, pero no la entendía. Que mala suerte no saber idiomas. Tuve que llamar a mi primer abuelito que debía estar probándose los nuevos sudarios de Coco Chanel.
- Ay, nena. A ver si aprendes la jerigonza, tanto de Pepe el jibarizado como de Pascualita. Me tienes todo el día yendo y viniendo del Más Allá al Más Acá. Se supone que yo ya debería dormir el sueño de los Justos pero me tienes esclavizado. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaa!
La Cotilla entró directa al comedor pillándome de cháchara con mi primer abuelito. - ¡Ahí va! pues tiene razón la vecina del tercero. ¡Hablas sola! Estás majareta perdida.
Pillada in fraganti, en ese momento solo me preocupó una cosa. Que la Cotilla no descubriera a la sirena que, tranquilamente, se deslizaba por mi espalda hasta el bolsillo del delantal. - ¿También se lo ha dicho la vecina del tercero? - Sí. Y a ella se lo cuenta la vecina de enfrente, que tiene unos buenos prismáticos y se sabe la vida y milagros del barrio. Y me ha dicho que te diga que tires a la basura esa birria de muñeco asqueroso con el que juegas... ¿de dónde lo has sacado - ¿Yooo? Jamás he tenido ...
No pude acabar la frase: Pascualita saltó del bolsillo a la cabeza de la Cotilla, dejándola monda y lironda en un santiamén. Aún no ha nacido el valiente que llame asquerosa a Pascualita.
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