Las gotas de sudor corren por mi cara sin que haya hecho nada para merecerlas. Pascualita, de un salto prodigioso se plantó en mi desnudo escote dándome el consabido susto, la muy jodía.
Empezó a parlotear entre ruidos guturales, manoteos y gritos agudísimos que se clavaban en el cerebro. Viendo que tanto esfuerzo no servía para nada, el árbol de la calle buscó el modo de sacar tajada. - Deja, deja, yo te ayudo, nena. Lo principal es que os pongáis tranquilas porque, sino, se monta un guirigay imposible de entender.
- Ahora va a resultar que tu hablas sireno ¡Ja! - Oye, oye, que yo me paso largas horas escuchándola, tratando de entenderla.i No es fácil pero con buena voluntad todo se arregla (<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<2entonces soltó una puya directa a la línea de flotación) La vida es muy larga y aburrida a veces. Por eso canto el brindis de la Traviata con mi magnífica voz de tenor.
Entonó la voz y le corté en seco: - ¡Vale! a ver si entre las dos y grandes dosis de buena voluntad, aprendemos sireno.
Poco después y con la ayuda de mi primer abuelito, empezamos a diferenciar algunos gritos rasposos de otros.
Cuando estábamos con los agudos creí que habíamos llegado al tope de nuestro aprendizaje. porque en diez macerca . Se inutos el árbol de la calle y yo estábamos afónicas perdidas. Y así fue como empezamos y se a saludar... En la buena voz de alguien, ese aplicó la de la abuela
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