He oído decir a una clienta muy asidua de la tienda del señor Li que éste aún lleva el miedo en el cuerpo, a pesar de que no recibió ni un rasguño cuando voló, literalmente, sobre mi balcón. - Tampoco mi balcón salió herido, a dios gracias. - ¿No vas a comparar?
- ¿Por qué no? Yo le tengo mucho cariño ... - ¿A un trozo de hierro? - Pues sí señora. Nunca se ha portado mal conmigo. Ha evitado, muchas veces, que me cayera a vacío porque las mallorquinas , y ahora he visto que también los chinos, no estamos hechos para volar. - Visto así...
Las COFRE, que tienen buen oído para lo que les interesa, parece que sintieron el pellizco de los celos y dieron por echo que el balcón era mi personaje favorito. A partir de entonces y con muy mala uva, llamaron al balcón "El Hierrro, en tono despectivo.
Fueron pasando las semanas hasta que un día, estando yo asomada al balcón, vi pasar al señor Li. Al verme hinchó los carrillos y en seguida supe que me preguntaba por sus imaginarias gambas gordas. Dije que no con la cabeza. El señor Li giró en redondo yéndose por donde había venido. Pascualita, que estaba en mi escote, estuvo a un tris de ser descubierta por el chino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario