lunes, 11 de agosto de 2025

La Esfinge.

Intentaba defenderme del calor a base de abanico y agua del botijo cuando sonó el timbre de la puerta... y nadie corrió a abrir. Eso me indignó. - ¿Qué, no hay ningún señoritingo, o señoritinga, que pueda levantar el trasero para llegar a la puerta y ver quién llama?

Y empezaron las excusas: - OOOOOOOOOOOOOOOOOO  - ¡Oh, claro, Pepito no puede porque solo es una cabecita jibarizada! - Ah, las bolas de polvo pueden correr bajo los muebles pero ir a abrir la puerta no, hija, no. - ¿Y tú qué, Pascualita? ¿Tampoco puedes? No sea cosa que se te estropee la cola de sardina ¿verdad? - ¡Pues, que sepáis que estoy hasta el gorro de ser la criada de todos y ...! - Es la Esfinge, nena (dijo mi primer abuelito desde lo alto de la lámpara del comedor ¡aunque tampoco fue a abrir!)

La Esfinge esperaba, pacientemente, en el rellano de casa. Es una artista de la espera. En su día no cogió una silla sino que se tumbó, cómodamente, sobre la arena del desierto a ver pasar la Historia. - ¿Ha valido la pena? (pregunté suavemente para no incomodarla) - Ay, levanta la voz porque, entre los años que tengo y la de arena que me entra en los oídos, me falla un poco la audición. - ¡¿Qué sí ha valido la pena la espera?! - ¿Es un trabalenguas? ¡Me gustan! jajajajaja LA PENA, LA ESPERA jajajajaja 

Los ojos de la Esfinge miraron mis gafas con envidia. - Dichosa tú, nena. - No se lo tome así. Siempre hay que estar limpiándolas... ¿qué le pasó a su nariz? 

Una nube negra tapó el sol. Pensé ¿qué he hecho? mientras se me doblaban las piernas. La voz profunda de la Esfinge se dejó oír de nuevo: - NO HABEIS APRENDIDO NADA. ¡¡¡NADA!!!... Quien lo hizo aún continúa escarbando un túnel hacia el centro de la Tierra escapando de mi ira... Está en las antípodas .

Entonces me di cuenta de que la Esfinge habla como le da la gana, En ésta ocasión lo hace contestando a las preguntas en zig zag. 

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