Mi casa se ha convertido en un lugar donde todo el mundo canta la canciones del Dúo Dinámico. Uno de los más entusiastas es, como no, el árbol de la calle. Su enorme bocaza de madera extiende las románticas, juveniles y alegres canciones por los cuatro costados del barrio.
Los vecinos no lo pueden oir pero si los gorriones, las tórtolas, los mirlos... que trinan sin parar. A ellos si se les oye y asombran al vecindario. - ¡Están contentos los pájaros!- Homenajean al Dúo - Sí. será eso.
La nena está un poco mosca porque nadie la avisó de que vendrían los bomberos a casa. - ¿Eran los del calendario? - preguntaba a todo bicho viviente. - No (le dijo la vecina del tercero para que se callara) Esos están apagando fuegos en la Península. - ¡Ay, Dios mío, que no se les queme la manguera! - ¡Calla, besuga!
- ¿Besuga? ... eso se come... ¿verdad? - Si se deja coger, sí. - El comensal de la Santa Cena de las treinta monedas no sabe qué hacer para desprenderse de ellas. - ¡Que desgracia tengo! ¡Soy rico pero puedo gastarlas!
Pascualita, metida en la pila de lavar, rodeada de cubitos de agua de mar, no perdía ripio de lo que pasaba a su alrededor. Como la llegada de Pompilio, siempre con las manos vacías de calcetines desparejados de un tiempo a ésta parte.- ¿Nada? (preguntó Pepe el jibarizado desde la cocina) - Mientras haga éste calor ... (musitaba tristemente el gnomo)
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