¡ ¡Avema... riap... ¡uf!... urísi... ma...! - Así llegó la Cotilla a casa, sin resuello y cargada como una mula de velas, velitas y velones, "afanadas" en las iglesias que "limpia". Se encerró en la salita y me temí lo peor. - ¡Ni se le ocurra montar un altar a los Amigos de lo Ajeno ni encender velas! - Por toda respuesta, abrió la puerta, pasó ante mi a la velocidad del rayo y volvió con el mechero de la cocina en la mano. - ¡COTILLAAAAAA!
Se tiró un buen rato trasteando hasta que, por fin, salió. Sacó una jarra de chinchón on the rocks de la nevera y apunto estuvo de vaciarla: - Ay, que sed tenía... ¡hip!...
Me asomé a la salita y sí, había montado un altar a tope de velas pero dedicado, ésta vez, a Rafa Nadal... El detalle me pareció bonito y podría haber dado mi conformidad si no fuera por la cantidad de fuego que lo adornaba. - Voy a ir llamando a los bomberos, Cotilla...
Llamaron a la puerta. Cogí el interfono y pregunté: - ¿Quién es? - La bruja Amancia. - ¿Perdón? - Déjala pasar, boba de Coria. Viene a expulsarte de mi sueño.
Ojiplática quedé y no supe qué decir. Entramos las tres a la salita y entre palabras raras, oraciones extrañas, pescozones, salpicones de agua sucia y tirones de pelo, se me fue la tontería - ¿A qué viene esto, Cotilla? (protesté) - Hace unos días apareces en mis sueños buscando lo mismo que yo: una entrada para ver a Nadal. ¡Eres una okupa y hay que echarte! Es mi sueño y la entrada será para mi.
La sirena de los bomberos disfrutaba aullando a pleno pulmón acercándose a casa. Los vecinos protestaban: - ¡Otra vez la boba de Coria! - Al menos los bomberos son los del calendario (dijo la del 6º, 3ª mientras los ojos le hacían chiribitas)
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