domingo, 20 de octubre de 2024

Salud para tod@s.

Víspera de las Vírgenes. Víspera de serenatas, buñuelos y vino dulce... A ver si ¡por fin! me tocan una serenata, hombre.

He recorrido media Palma en busca de buñuelos de viento con Pascualita en el escote para que vea el ambiente de las calles. Las larguísimas colas de gente en busca lo mismo: (buñuelos o bunyols) solo se acaban cuando se acaba la pasta en los lebrillos.

He caminado tanto que la sirena se ha dormido. Solo volvía a la vida al olor de la exquisitez que invade las calles. Al llegar a casa estaba agotada pero había conseguido un cuarto de kilo de buñuelos calentitos y espolvoreados de azúcar. Eran los últimos. ¡No había más!

En la mesa del comedor, adornada con el más vistoso mantel de la tienda de los chinos del señor Li, puse la botella de moscatel, la de chinchón ¡como no!, copas y platos desechables. Por supuesto los buñuelos en una bandeja grande, lo que acrecentaba la realidad: había muy pocos.

Pasaron las horas. Se escucharon canciones por el barrio. Al tocar la medianoche llegó la Cotilla: - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaa! ¿Has puesto la mesa, boba de Coria? - Dijo, entrando como un huracán en el comedor y vaciando en la bandeja un montón de buñuelos. - ¡Hale, a comer! - ¿De dónde los ha sacado, Cotilla? - ¡Come y no preguntes!

No hubo serenata propiamente dicho pero nos pusimos como el Kiko de buñuelos y vino dulce. Entonces los Clavelitos sonaron en toda la casa. El árbol de la calle, con su potente voz de tenor, se arrancó con ella y ya no hubo manera de callarlo, excepto cuando abría la bocaza para llenarla de buñuelos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario