- ¡Ay, ay, ay, aaayyyyyyyyyyyyyyyyyy! Tengo agujetas hasta en las pestañas por hacer caso a la abuela. Dice que no encuentro novio porque camino como un pato mareado. Porque tengo kilos de más y gracia de menos. Total, nada que no lo arregle un buen gimnasio en el que, además, hay buenos especímenes masculinos donde elegir... ¿especímen? ¿Qué será eso? .
El frufrú de la seda anunció la aparición de mi primer abuelito que, al oír mis quejas, vino en mi ayuda. - ¡Ooooooh, que sudario tan bonitooooo! (no pude por menos que decir) Era todo un espectáculo ver como el rojo pasión se adueñaba de los objetos del comedor. Incluso saltó al árbol de la calle que, emocionado, se sintió el árbol más elegante del barrio.
- He ido al gimnasio y me ha tocado en suerte un profesor experto en sadismo. - Ten cuidado con tu abuela... - He hecho tantas contorsiones que, al final de la clase, no había manera de deshacer el nudo en que me había convertido. Al final, a base de tirones, crujidos y alaridos míos, he recuperado mi figura habitual. Y ahora estoy que no me tengo en pie ay, ay, ay,...
- Encima no puedo comer fabada de bote, con lo que me gusta. Solo cosas verdes: lechuguita, lechuga, cogollos de lechuga... - Ten cuidado con la abuela... (dijo, de nuevo, mi primer abuelito)
Pascualita saltó de la pila de lavar del comedor, a mi escote. Estaba mojada y fría. El salto que di me descoyuntó lo poco que quedaba sano de mi persona.
Ahora estoy en la UCI por... ¡hip!... confundir el chinchón on the rocks con el... ¡hip!... jarabe para la tos y bebérmelo a ...¡hip!... morro jijijiji ¡hip!
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