A Pompilio se le ha subido el ego a la cabeza después de ser alabado como el mejor de los magos, habidos y por haber, por gentes muy importantes. Todos los medios de comunicación cuentan y no acaban, del arte del pequeño gnomo que es capaz de quitar miles de calcetines, de los mismisimos pies, sin que el dueño se de cuenta.
A todo ésto, el árbol de la calle lo hace rabiar diciéndole que a él NUNCA le quitará un calcetín. Buenooo... no le gustó esto. Es más, lo tomó como un reto y muy chulito dijo: Te lo demuestro cuando quieras, Por ejemplo, aquí y ahora.
El guante estaba lanzado y quien lo recogió (es un modo de hablar) fue Pepe el jibarizado. - A mi tampoco me lo quitarás. - ¡¿Que no?! Vais a hacer el ridículo mundial. ¡Pues anda que no soy yo nadie!
Otra que se unió a los retadores fue Pascualita. - ¿Estás segura? (le pregunté) - ¡Claro que sí, boba de Coria! Varias bolas de polvo también quisieron probar y lanzaban gritos de ¡Oe, oe, oe, oeeeeee! para animarse.
Mi primer abuelito, elegantísimo con su nuevo sudario de arbitro lleno de pitos y tarjetas, rojas y amarillas, que no paraban de revolotear a su al rededor.
Empezó el reto. Pompilio iba de unos a otros buscando calcetines. La salida fue muy rápida pero poco después, el desánimo cayó sobre él que no entendía nada. Finalmente se sentó en el suelo, desmoralizado. - Hacéis trampas... No lleváis calcetines... Eso es hacer trampa...
Después de reír un buen rato a su costa, el árbol de la calle, dijo: - No tenemos pies, pardillo. - El gnomo se rascó la cabeza y dijo: - No hay reto porque estáis mal echo, pobrecillos. Y levantando, orgulloso, la cabeza, desapareció a toda velocidad, dejando a los "concursantes" con el ánimo arrastrado por el suelo... y la sensación de ser más feos que Picio.
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