lunes, 11 de noviembre de 2024

Preparando el ajuar.

Los pitos de los coches pitaban con fuerza a Geooorge  que subió las carteleras de cuatro en cuatro para sentarse ante el televisor sin soltar una sóla lágrima.

Los  tramos de escalera los subió de cuatro en cuatro. Entró en la salita, encendió la tele y se repantingó a ver deportes. Yo aluciné pero antes de poder abrir la boca (ella sí que estaba boquiabierta) la abuela pasó al comedor con un bolso enorme lleno de ... ropita de bebé. 

Había prendas de todos los estilo: roqueras, pijas, rococó... Estas pertenecieron, según contó ella, al ajuar de Luis XIV de Francia. Y regalado por ilustres sacacuartos de los bolsillos más humildes. Vamos, que había dónde escoger.

Prenda que cogía yo era vuelta del derecho y del revés para que no quedara en ni un solo pececillo de plata escondido entre las arrugas. 

Mientras la abuela cantaba las excelencia de la ropita, entré en la cocina y al ver que nadie me miraba, corté a tiritas blusitas, pololos, camisetas... Lo puse todo a macerar con especias y vino tinto. Horas después el aceite chiporroteaba, alegremente, en la satén antiaderente mientras las tiritas de tela se iban haciendo, cada vez, más apetitosas.



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