Estos días se cuentan historias que hablan de solidaridad con quienes han perdido vidas y haciendas. Hay mucha gente buena. Muchísima, que pone sordina a los actos que llevan a cabo. Todo lo contrario que ocurre con las gentes que disfrutan haciendo el mal. Emplean bombo y platillos para esparcir su porquería y por eso, parece que son más.
En casa, quien menos pensábamos, nos ha dado una lección de solidaridad: Pompilio. El pequeño gnomo, cuya misión en la vida es desparejar calcetines, ha entrado como una centella en el comedor. Ha frenado en seco y poniéndose de puntillas para que se le vea bien, ha gritado: - ¡Dono TODOS MIS CALCETINES PARA QUE, QUIENES LOS NECESITEN, TENGAN UN PIE CALIENTE, POR LO MENOS!
Boquiabiertos, ojipláticos, estupefactos...quedamos. Muchos pares de Ojos lo contemplaron, desde distintos ángulos, sin saber qué decir porque no tienen costumbre de hablar sino de mirar. La Boca estuvo a punto de saltar, ofendidísima, pensando que los Ojos iban a usurparle su lugar en el mundo pero no fue así. La Boca habló por los codos, que para eso está.
Los Codos, incómodos por tener que aguantar parrafadas que, ni entienden ni necesitan. Y encima, no pueden decir esta Boca es mía porque no lo tienen claro.
De repente, los personajes y yo, aplaudimos a rabiar a Pompilio que, azorado, estaba como un tomate y henchido de satisfacción. ¡Bravo por él!
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