jueves, 7 de noviembre de 2024

La belleza efímera.

¡Hay que ver cómo está el patio! A Pascualita se le ha subido el ego hasta la punta de sus pelos-algas. No hay quien la aguante desde que luce, cada día, un modelo de alta costura de mi primer abuelito. Solo le falta decir que la llamemos Majestad.

Se planta ante el espejo del aparador y allí imita (según ella) a las grandes divas de la Pasarela durante horas. Al principio les hizo mucha gracia a los comensales de la Santa Cena que se lo pasaban pipa viendo los meneos de la medio sardina, reptando de acá para allá. Se lo pasaron tan bien que, incluso se olvidaron del hambre que pasan hasta que llegue Semana Santa. 

Jaleaban, silbaban, señalaban  y piropeaban con más, o menos gracia y así el tiempo les pasaba más deprisa. Pero todo cansa y hasta las bolas de polvo, que al principio, imitaron a Pascualita, ahora pasan de ella. Solo le quedan dos admiradoras: las COFRE. Son estilizadas, cimbreantes, se mueven con elegancia y lucen melena. Lo que les da un plus de glamour cuando las mueven al viento. Algo de lo que no puede presumir la sirena que tiene cuatro algas mal contadas y eso le sienta como un tiro. Y a Pascualita, celosa, hay que temerla. 

Pero he aquí que apareció la Belleza, personificada en una espléndida mariposa, de alas de fuertes colores acerados que nos dejó boquiabiertos. Volaba con una gracia innata. Se posaba, lánguidamente sobre la nariz del alma de mi primer abuelito que babeaba como un colegial ante un bolly cao.

Dicen que la belleza es efímera y Pascualita se encargó en hacer realidad el refrán en cuanto la mariposa se le puso a tiro. En un visto y no visto, se la comió. Fue todo tan rápido que la mariposa todavía se estará preguntando - ¿Quién habrá apagado la luz?

 

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