Aún no habían puesto las calles cuando sonó el teléfono. Era la abuela que había estado casi toda la noche de francachela con sus amigos en El Funeral. - Nena... ¡hip! ... espabila y no te duermas en... ¡hip! ... los laureles porque ha llegado mi hijastro, el Médico... ¡hip! y ha preguntado por ti.
- ¿Y a mi qué? - Pídele que te haga a mi bis... nieto... ¡hip! ... jodía.
Me costó trabajo dormirme de nuevo. Al final me bastó recordar que el Médico es masoquista para coger, de nuevo, el sueño.
A mediodía, mientras comía una fabada de bote, Pascualita saltó al plato y por poco me la trago. Estaba nerviosa. No se estaba quieta y al final tuve que llamar a mi primer abuelito. - ¿Qué le pasa? - Que va a venir el hijastro de mi ex... ¿Le vais a dar fuerte? - No sé. Hace tanto que no lo veo que no sé si sigue con sus rarezas. - Bueno, ya me contarás. Me voy que me espera Dior para una prueba.
Cuando el Médico llegó a casa eran más de las seis de la tarde. Lo recibí en jarras. - Un poco más y no llegas (le dije mientras le arreaba una gloriosa patada en la espinilla) - Inmediatamente soltó unos lagrimones que bastaban para acabar con la sequía de un pueblo. - Ay, nena, que feliz me hace ver que no has perdido tu arte. ¡Aaaayyyy, como duele!
Pascualita aprovechó el viaje escupiendo agua envenenada a los ojos del pobre hombre, por lo que recibió efusivas felicitaciones.
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