Me pareció haber oído la puerta de la calle al abrirse: - ¿Quién es? (pregunté desde la salita porque, con éste calor, no tenía ganas de moverme). Pero nadie contestó. Repetí la pregunta con el mismo resultado. Entonces, creyendo que eran ladrones y que alguno pudiera estar de buen ver, salí de la salita para darme de bruces son una mujer, desconocida y pintada como una puerta: - ¡Oiga! no puede entrar aquí como Pedro por su casa... Ay, ahora que la miro bien... me es conocida.
La mujer dio media vuelta y entró en el cuarto de la Cotilla ... ¿Cotilla? ¿De qué va disfrazada?
A la vecina se le enganchó una pestaña postiza con un bucle de la peluca rubia platino que llevaba encasquetada. Trató de desengancharse y acabó partiéndola en dos. - ¿A qué es de la tienda de los chinos del señor Li? jajajajajaja
Solo entonces caí en la cuenta de que había empezado la batalla por el ánima de mi primer abuelito que se dejaba querer. Así como de la propiedad de la Torre del Paseo Marítimo que quería para mí. Y tuve que jugar mis cartas. Llamé a mi bisabuelastra, la Momia. Cuando le conté que la casquivana de la Cartera le tira los tejos al abuelito, al otro lado del teléfono se escuchó la voz poderosa de la Momia, a pesar de sus ciento y pico de años: - ¡Geooorge, volando a casa de la nena!
En menos de lo que canta un gallo, el rolls royce batió su propio récord de velocidad. Cinco minutos después de aparcar en la parada del bus, la Momia y su enamorado mi primer abuelito, más suave que un guante de seda, ya estaban haciendo "manitas"
Ahora solo falta que me salga un buen candidato para ser el padre del bisnieto de la abuela.
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