domingo, 27 de julio de 2025

El porvenir.

Pasaron las semanas sin que apareciera el llamado pececillo y Andresito seguía preguntando por él. - Que cansino es tu marido, abuela. - "No tenía ni idea de que lo fuera tanto. Ya no sé qué decirle porque el pobre lo hace de buena fe. Incluso ha querido tirar de sus amigos influyentes en las finanzas: - No me costaría nada hacerlo, querida. - Pero le he dicho que no, por activa y por pasiva, pero no ha sido hasta que me he puesto en jarras y le he gritado: - ¡No quiero que por un capricho tonto tengas que deber favores a nadie!. De momento ha cerrado la boca".

Una mañana fui al mercado de Pere Garau a por pescado. Estando en la cola, una sepia saltó dentro de mi cesta. - ¡Que susto me ha dado! (dije, sobresaltada) y reímos de muy buena gana el pescadero y yo! La puse con sus hermanas. Y tantas veces lo hice, tantas veces volvió a la cesta el animalito. Hasta que el hombre me dijo: - ¡Se ha enamorado de ti! Llévatela.

Aquello me dio que pensar: - ¿Acaso podría ser el padre del bisnieto de mi abuela? - Ante la duda metí a la sepia en la pila de lavar del comedor y me preparé para ver lo que me deparaba el porvenir.

 

 

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