jueves, 31 de julio de 2025

Pequeñas aventuras.

Sentarse en uno de los bancos de piedra que hay en el Paseo del Born es, además de gratis, muy agradable. Y si encima hay músicos callejeros deleitando a los palmesanos y visitantes, con sus instrumentos pues miel sobre hojuelas. Eso pensaba yo viendo pasar a la gente bajo los altos plataneros que forman una cúpula vegetal allá en lo alto.

Por un momento tuve un flach de algo conocido pasando raudo como una centella frente a mi. Di un respingo. -¿Qué ha sido esto? ¡Uf, que sofoco! ¿Será la menopausia? ¡Espero que no porque aún no tengo padre para el bisnieto de la abuela y yo quiero la Torre del Paseo Marítimo!

Después me dio por reír. - Menos mal que estos plataneros no cantan como el marisabidillo de casa. - Un árbol sirve para hacer sombra y pare usted de contar... Bueno, también para que los perros hagan pipí... - Unas voces potentes, aterciopeladas, surgidas de las alturas, cantaban ¡el Brindis de la Traviata! 

Pegué tal salto que fui a caer contra las mesas y sillas puestas en el paseo por uno de los restaurantes que lo "habitan" - De nuevo el flasch anterior volvió a cruzarse conmigo y aunque atolondrada por el golpe y la sorpresa, reconocí, incrédula, al personaje: Era el comensal de las treinta monedas del cuadro de la Santa Cena.

- ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has salido? - ¡Harto! Tengo que gastar mi dinero, sino, para qué lo quiero. - Mientras intentaba explicarse, lo agarré por un pie y de esta guisa lo llevé hasta casa donde fue interrogado por sus compañeros: - ¿Has comido? - ¡Qué va! - Pues, anda que...

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario