El rolls royce de los abuelitos ha aparcado en su lugar favorito: la parada del bus donde se ha armado la marimorena a golpe de claxons. Detrás de los abuelitos ha bajado el mayordomo inglés, Geoooorge, cargado con la cesta de la compra.
Poco después, el aroma de unas gambas rojas de Sóller a la plancha perfumó la casa hasta el último rincón y dejé de pensar en que los abuelitos son unos egoístas. Si es que unas buenas viandas hacen milagros. Más tarde, cuando comprobé que la gran mayoría de las espectaculares gambas fueron para Pascualita, comencé a malpensar otra vez.
El que estaba echo un lío era Andresito que no se explicaba como yo (eso dijo la abuela) podía comer tan rápido (cáscaras incluídas) - "Ya sabes que la nena es un poco egoísta..." (y se quedó tan pancha) - Es que se lo consientes todo, cariño. A veces es bueno un poco de disciplina. - Andresito se volvió hacia mi -: Te ayudaría a ser más empática con los demás y te sería más fácil encontrar novio - (¡¿QUEEEEE?!)
Salté de la silla dispuesta a montar un pollo aún a costa de la integridad física de la sirena pero, en ese momento Geooorge salió de la cocina llevando, orgulloso, una de sus paellas de té. Y Pascualita saltó de la pila de lavar del comedor al centro de la paella que acababa de salir del fogón. Aquello fue un choque de trenes.
A la velocidad del rayo, la medio sardina se impulsó con su hermosa cola y aterrizó en la cabeza del inglés que segundos después estaba monda y lironda. El arroz por los suelos invitaba a lucirse haciendo patinaje artístico. Fue todo un espectáculo.
Horas después Geooorge, dolorido, bajaba la bolsa de la basura con las carcasas de las gambas que aparecieron flotando en el agua de la pila de lavar del comedor.
Mientras salían de casa Andresito iba diciendo: - ... te lo juro. No he visto que nadie cogiera gambas de la fuente de porcelana...
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