Pasé media mañana pensando qué hacer de comer. No me apetecía, siendo hoy la Segunda Fiesta de Pascua, tener que abrir el consabido bote de fabada asturiana. Cuando mi única neurona despìerta (a las demás se les han pegado las sábanas) empieza a quejarse. es inútil discutir con ella porque siempre quiere tener razón.
Decidí entrar en la despensa con los ojos cerrados. Una vez allí, mirar y lo primero que vea será lo que haga de comer... ¡Claro que hice trampa porque, lo primero que me he echado a la cara han sido ¡los botes de fabada asturiana!
La segunda vez he visto un paquete de arroz. - ¡Tate! me dije. Haré paella. Al ponerme manos a la obra vi que me faltaban ingredientes - Vaya-... - Sonó el teléfono y ¡era la abuela invitándome a comer paella en mi casa!
En menos de lo que tardo yo en contarlo, los aromas de la paella se dispersaron por casa para disfrute de todos.
La abuela se me acercó, preocupada: - "¿Has visto a mi chiquitina bonita?" - ¡Gracias por el piropo! - "¿Acaso he puesto una coma, boba de Coria?"
- ¿Dónde la tenías? (pregunté, celosa) - "En plan broche... snif!" - (Ese snif de la abuela me encongio el corazón. Y puse a todos los personajes a buscarla. El primero que la vio fue Pompilio que venía cargado de calcetines. Sin parar su carrera, gritó: ¡paella! Corrí a la cocina. La medio sardina estaba dentro de la paella comiéndo marisco dos carrillos.
Ya empezaba a chamuscarse cuando la saqué de allí sin contemplaciones. La abuela mandó a GeoooorgeBrexit a por más marisco. Lo demás fue coser y cantar.
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