Cada vez que Pascualita me ve abriendo una lata de sardinas, salta a mi escote para ver mejor la maniobra. Eso ocurre de un tiempo a ésta parte. He pedido a mi primer abuelito que indague a santo de qué hace estas cosas.
Pero, la sirena, o no ha sabido o no ha querido explicarse. En vista del fracaso, he probado con Pepe el jibarizado pero la cabeza hueca no está hoy para trabajos intelectuales y se ha hecho el remolón.
El árbol de la calle, que siempre está dispuesto a ser el centro del Universo, hoy está con jaqueca porque me ha dicho: - Ay, chica, tengo un constipado pesadísimo. De esos que duran medio invierno. Otra vez será. - ¿A qué me ha sonado ésto?... (me dije) y me pasé día y medio pensando hasta que, al ir a entrar en casa me fijé en unas vecinas que decían lo mismo estando debajo del platanero. Subí la escalera diciéndome - No puede ser, no puede ser, no puede... ¡Sí que puede ser! ¡El platanero es el único árbol del mundo que entiende e imita a los humanos ¡como los loros! ¡Y eso no lo sabe nadie. Solo yo! ¡¡¡Voy a ser millonaria!!!
Por lo visto, nerviosa ante lo que se me venía encima: ¡millones de euros!, me pasé con el chinchón on the rocks y monté un pollo de los de corral.
Según dicen los médicos, me estoy desintoxicando bien... aunque aún tengo para rato en el hospital. La abuela cuida de Pascualita, haciendo con ella lo que los médicos conmigo: desintoxicarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario