viernes, 11 de abril de 2025

Semana Santa ...

Pronto las calles olerán a cera y los coches chirriarán cuando pasen por encima de los pegotes que se queda pegados al asfalto. Cosas como ésta, más el aroma de empanadas, crespells, torrijas, etc. etc. que sale por las ventanas de las cocinas de las casas y los hornos de las tahonas, nos traen recuerdos de Semana Santas pasadas.

Por ejemplo, una en la que, aburrida de ver pasar cantidades ingentes de nazarenos y enfadada, además, por no poder participar en la procesión como era mi ilusión, ni corta ni perezosa, me puse a cantar a grito pelado lo que pensé que era una saeta.

Menuda la que se armó. La abuela, que, antes de casarse con Andresito, era de Comisiones Obreras y no faltaba nunca a la procesión, estuvo a un paso del infarto. La gente no reaccionó como en las películas que aplauden a rabiar sino tirándome lo que tenían a mano. La guardia civil se me llevó para que no me lincharan. Yo no entendía nada ¿acaso no había dado suficientes quejíos?

La cuestión es que no se me dio mal la tarde porque llené la despensa de bollicaos, tigretones, etc...

La abuela estuvo unos días sin hablarme. Sus ataques de asma se intensificaron. En aquel tiempo a un no conocíamos a Pascualita, a quién la abuela convirtió luego en la panacea contra eso ataques feroces del asma.

En casa, los comensales de la Santa Cena cuentas los segundos minutos, horas y días que faltan para que coman hasta hartarse porque luego les queda por delante un año entero de ayuno... aunque algo me dice que han comido en éste año que termina... Faltan bastantes bolas de polvo...








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