martes, 22 de abril de 2025

Las consecuencias de la Semana Santa.

Esta mañana he cogido a la sirena cuando dormitaba flotando en el agua de la pila de lavar del comedor y la he metido... ¿he dicho "metido"? pues me he equivocado. Eso era lo que tenía pensado hacer: meterla en el termo de los chinos y salir a tomar el aire porque llevamos unos días encerradas en casa haciendo torrijas, rosquillas, crespells, panades, etc... Pero la sirena ¡ni con calzador ha entrado en el termo!

- ¿Pero tú te has visto, medio sardina? ¡No cabes! ¿Cómo voy a sacarte, ahora, a la calle? ¡Pareces un botifarrón! 

Mi primer abuelito flotaba cerca de la lámpara del comedor: - Dice Pascualita ¡que quién fue a hablar! - ¿Se refiere a mi? ¡Tendrá cara! - Perdona que te lo diga, nena pero las dos tenéis una cara de pan que tira para atrás. - ¿Qué quiéres decir? (me tembló la voz) - Que el horno está para el arrastre de lo mucho que ha trabajado... - ¿Y?... - ¡Os lo comíais todo en cuanto se abría la puerta... ¡del horno!

- ¡El horno miente como un cosaco - En cuanto dije ésto me vinieron a la memoria escenas en las que disfrutábamos, comiendo a dos carrillos, todo lo que caía en nuestras manos. 

Corrí a probarme el bañador con el que luciré mi cuerpo serrano en la playa. Costó un poco ponérmelo "porque es nuevo" -  El horno gritó: ¡miraros en el espejo, ansiosa! ¡Esclavistas! 

No nos miramos en el espejo. Nos lo impide nuestro orgullo... ¡Nos da miedooooo!

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