Llamaron a la puerta y al abrirla, me encontré frente al señor Li. De pronto me vino a la mente la visión de Pascualita, prendida de la solapa del mini vestido de la abuela, en plan broche y cerré de golpe la puerta.
Sonó, de nuevo, el timbre y abrí. En casa había cambiado el panorama: Pascualita saltó al agua de la pila de lavar del comedor y de allí, al interior del barco hundido. La abuela dormitaba en la salita delante de la tele encendida. De la cocina llegaban sollozos, amortiguados por los hipos de un tremendo disgusto. Las lágrimas resbalaba sobre el sacrílego arroz de té de Geoooorge el mayordomo inglés.
El señor Li entró en mi casa como si fuese su dueño y señor y echó una larga ojeada por todos los rincones. Antes de irse por donde había venido, se plantó ante mi y dijo: - Yo sabel que tu tenel gambas goldas escondidas... Cuando las encuentle, comélmelas glatis, boba de Colia. - Después puso cara de Fumanchú y soltó una bomba: - Cotilla cuidal de señol Andlesito... ¡Y tú, seguil sin bisnieto! jajajajajajajaja. - ¿Será mal bicho este tío?
Corrí hacia la abuela. Se había quedado traspuesta en el sofá y no había nada que hacer. Llamé a Andresito. - ¿Te cuida la Cotilla? - pregunté sin demora al dueño de la Torre del Paseo Marítimo. - Si, nena. No te preocupes por mi porque me atiende muy bien. - ¡Vaya! -
La abuela duerme siestas de dos horas. Esperé estoicamente pero, en cuanto abrió un ojo, ataqué... - ¡Y le calienta la cama! - ¿Quién? - La Cotilla a ¡Andresito! - Teléfono en ristre, la abuela ordenó: - ¡En cinco minutos te quiero aquí! - Pero... - ¡Ni pero, ni leches! Se me acaban de ocurrir una nuevas posturas que... ¡Uf!... ¡¡¡CORREEEEEEEEEEEEEEE!!!
¡Vaya si corrió! ¡Más que el tío de la lista!
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