El Mundo está expectante y con sentimientos contradictorios. Por un lado están quienes toda la vida han oído decir a sus madres: - ¿Dónde estarán los jodíos calcetines que faltan? ¡Mariano, hay que comprar una lavadora! Y los que, todavía recuerdan los tiempos en que, al abrir el cajón de la mesita de noche, estaban todos los calcetines juntos y en perfecto estado de revista.
Los Gobiernos de los países del mundo mandaron espías a los cuatro puntos cardinales para intentar saber qué provoca ésta situación. Los periodistas salían a la calle a preguntar a la gente: Me gusta el orden en cualquier circunstancia. - Pues a mi me gustaba más antes... Era más divertido emparejar calcetines según el humor del momento.
En casa, la abuela aparecía dónde y cuando, menos lo esperaba: - ¡Jopé, abuela, que susto! - El árbol de la calle dejó de cantar - ¿Por qué? (le pregunté) - Es una situación anómala y me incomoda. -
Poco a poco todo se fue parando: las bolas de polvo dejaron de corretear, instalándose definitivamente, bajo los muebles. La Cristalera no chirriaba. Los comensales de la Santa Cena se retiraron al rincón más alejado del cuadro hasta dejar de ser visibles, Pepe el jibarizado calló su voz . La Cotilla ya no saludaba a grito pelado al regresar del trapicheo nocturno. Incluso mi primer abuelito, simplemente, se asomaba a verme sin decir ni pío
Me rebelé. Busqué a la feliz pareja durante horas. Por último encontré a Pascualita encerrada en el barco hundido de la pila de lavar del comedor. Pregunté: - ¿Y Pompilio? . Ella se acarició la tripa. - ¿Estás embarazada? ¡Oh, no! Me quedo sin la Torre del Paseo Marítimo, cooooñe.
El fru frú de la tela de un sudario de alta costura anunció a mi primer abuelito que me susurró al oído: - No es el bisnieto, nena. Es Pompilio. - ¡Oh, no! - Se veía venir. - Yo no... - El abuelito continuó. - Está en camino el nuevo Pompilio... ¡escucha! ¡Ya ha pasado! - Me alegró mucho ser, de nuevo, candidata a dueña de la Torre del Paseo Marítimo.
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