El árbol de la calle quiere convertirse en chimenea. Así lo predica a los cuatro vientos con su bocaza de madera. Al principio hacía gracia porque creímos que nos contaba un chiste y nos reímos pero, como es más pesado que una vaca en brazos, hemos pensado que mejor que fuera una hoguera.
- ¿Por qué quieres ser chimenea, alma de cántaro? - Para lanzar fumatas blancas, como si fueran melenas al viento. ¡Sería espectacular!
Pascualita quedó impresionada con el deseo del árbol y suspiró profundamente porque ese fue siempre su deseo: tener una melena espectacular como sus antiguas congéneres. Aquellas que atraían a los marineros con sus cantos... y melenas, para comérselos.
Todo aquello quedó atrás cuando Ulises demostró a los marinos, que se podían librar tapándose los oídos. Pero, para entonces Pascualita hacía milenios que ya no estaba en su mar. Era muy curiosa y siempre pensó que las olas tenían, entre sus funciones, la de trasladarla a otros mares. Así vio nuevas tierras, desaparecer otras, continentes desplazándose de acá para allá y como era una sirena sola, pasaba desapercibida y pudo probar marinos del mundo entero. Ni siquiera necesitaba cantar ni ondear su melena. Ahora, muchos milenios después, solo tiene un pelo-algas ridículo porque no la necesita. Ni marinos, porque se ha habituado a la comida para peces y tortugas que le pongo yo.
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