Con bombo, platillos y toques de trompeta me han despertado hoy. Una alegría, vamos... Del salto que pegué quedé agarrada a la lámpara del techo de mi cuarto. Abrí los ojos para saber dónde estaba y me encontré, cara a cara, con mi primer abuelito: - ¡Hola, nena! Como ves, estamos en igualdad de condiciones (dijo, muy sonriente) - ¡No, hijo, noooo! (grite mientras un escalofrío recorrió mi espina dorsal y solté la lámpara) Ella se quedó donde estaba aunque tambaleándose y yo me di el batacazo del siglo al caer sobre la cama..., rebotar y caer, de nuevo, más allá de la alfombra. En el duro, durísimo, suelo.
Apenas podía andar de dolor y enfilé el pasillo para ir a la cocina sintiéndome costalera de mi misma e intérprete de mi saeta: ¡Tiruuuuu, tatatiiiiiiiru.... ¡Aaaayyyy! - Me costó trabajo llegar porque fui aclamada montones de veces. - Que cosa más sentida... ¡snif! (dijo, emocionada, la Cristalera)
A lo largo del pasillo, la Escoba y la Fregona (¡las COFRE!) saludaron poniendo sus armas (los palos) a la funerala rindiendo homenaje. - Más tarde las escuché comentar que fue un buen sacrificio ir haciendo el pino porque una tiene artrosis y la otra artritis.
Pascualita me esperaba en la cocina junto a Pepe el jibarizado. La sirena ya había tomado su cola cao y los rastros se veían por toda la cocina, techo incluido. Pregunté por el "concierto" que me despertó. - ¡Estamos de manifas! Es uno de Mayo ¡la fiesta de los trabajadores! y tenemos fuelle para aguantar lo que haga falta para lograr mejoras sustanciales.
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