El Funeral ha reabierto sus puerta después de un tiempo de reformas. Los clientes de la tercera o cuarta edad, andaban como pollo sin cabeza. Había una gran preocupación por si quitaban la Pared de los Finados, a pesar de que el dueño juró y perjuró que eso no ocurriría.
Dentro de unas horas podrán comprobarlo. La abuela está de los nervios y me llama a mi en lugar de darle la murga a Andresito que, en la boda aceptó eso de: en lo bueno y en lo MALO. - "Nena, algo gordo ha pasado porque el tiempo va para atrás en mi reloj que es bueno de narices. Estoy preocupada" - Hace diez minutos de tu llamada, abuela. - Así estamos desde las cinco de la madrugada. - "Hola, nena. ¿Seguro que no pasa nada?" - ¡Sí que pasa! - "¡Lo ves! Ya decía yo"... - Hace cinco minutos que hemos hablado ¡Vale ya!
Andresito también llamó: - Somos unos cuantos que tenemos un dilema... - Yo de la Bolsa no sé nada... (no pareció escucharme)... y no sabemos si morirnos ahora para tener sitio en la Pared de los Finados... - Ah, es eso. Si os han dicho que habrá sitio para todos... (seguía sin escucharme) ... o lo dejamos para más adelante y que nos pongan en fotos más pequeñas. Porque yo quiero estar ahí... ¡snif! - De fondo se oyó la voz de la abuela: - ¡Arréglate ya, jodío, o llegaremos tarde!
Volvian a ser las cinco de la madrugada cuando algo helado sobre el pecho me despertó en pleno alarido. A ambos lados de la cama estaban mis abuelitos que, ajenos a nada que no fuera la alegría que sentían porque, ¡en la cafetería El Funeral, todo el sótano era para los clientes, fieles como los abuelitos - ¡Hay tanta pared para seguir colgando fotos de los finados mientras les honramos festejando sus aficiones, que tendremos juergas para dar y tomar!
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